Los principios de la Pinsa tienen orígenes antiguos. Su receta original relacionada con la focaccia, forma y tamaño se remonta a la época romana. Era originariamente elaborada por campesinos del lazio romano mezclando agua, cereales, sal y hierbas aromáticas, consiguiendo una masa suave y deliciosa que era cocinada a la brasa.
La Pinsa se prepara de forma artesanal con materias primas italianas de alta calidad y sin conservantes, utilizando una selección de harina no OGM (trigo, soja y arroz), aceite extra virgen de oliva y masa madre seca y sin grasas animales añadidas.
La masa de pinsa madura durante 72 horas. El resultado es una masa increíblemente ligera y crujiente que contiene menos sodio, gluten y menos calorías, pero mantiene su excelente sabor. El alto porcentaje de agua utilizado en la preparación de la masa junto con la doble cocción es otra de las características que diferencia la pinsa de la conocida pizza, haciendo la pinsa romana más digestiva.
Nace a fines de los años noventa del siglo XX y retoma importantes características de la focaccia de cereales en uso en la antigua Roma, así como su forma y tamaño.
El término “Pinsa” de hecho proviene del latín “pinsere” que significa alargar, de forma oval; en Ostia Antica (el antiguo puerto de Roma) no era difícil encontrar panaderos en la calle que preparaban estas focaccias sobre la piedra, tal como lo hacemos ahora.
Las harinas que se utilizan son naturalmente distintas gracias al descubrimiento de la soja y a la introducción del arroz en la masa, con las cuales se logra una masa más aireada y mantienen más agua que las harinas de grano 00.
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