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sábado, 1 de octubre de 2022

Carlitos Balá y El Imperio, la pizzería donde tuvo hasta su propia estatua

Está ubicada en Chacarita, el barrio de la infancia del ídolo. Durante muchos años, allí le rindieron homenaje.

Una figura tan popular como Carlitos Balá no podía sino tener gustos populares a la hora de sentarse a la mesa. El ídolo de grandes y chicos fue habitué durante años de una pizzería emblemática de Chacarita, el barrio donde transcurrió su infancia y su adolescencia y llegó a tener una estatua con su imagen en el local donde los fans se sacaban fotos.

El Imperio de la Pizza, fundada en 1947 en la intersección de las avenidas Corrientes y Federico Lacroze, se destaca por su ubicación en un punto neurálgico de la ciudad, donde confluyen las terminales de la línea B del subte, el ferrocarril Urquiza y numerosas líneas de colectivos, a metros del cementerio de Chacarita.

Reconocida por su pizza al molde, alta y bien cargada, El Imperio es también elegida para desayunar al paso café con leche y medialunas, ya que abre desde las 6 de la mañana hasta la medianoche, un ritmo que mantuvo a lo largo de las décadas.

Según relatan Joaquín Hidalgo y Martín Auzmendi en su libro "Nuestra pizza, una pasión redonda", esta pizzería legendaria fue fundada por un español llamado José Caramés, que proyectó un hotel y edificio en cuya planta baja y sótanos se fundó el restaurante.

"Sobre sus estaños se acodaron para hincarle el diente a sus generosas porciones vendedores ambulantes que iban y venían de provincia a Capital. Uno de ellos llegaría a ser mítico de la radio y televisión: Carlos Salim Balaá, más conocido como Carlitos Balá, homenajeado con una emblemática estatua en la entrada de El Imperio, a cuyas puertas llegaba al bajar del colectivo 39", reza el texto.

La estatua mencionada fue creada por el escultor Fernando Pugliese, el mismo responsable de las reconocidas figuras Alberto Olmedo y Javier Portales en Av. Corrientes, y el propio Balá le dio su visto bueno con su visita hace más de una década, cuando visitó el local y posó junto a su "doble". 

Sin embargo, actualmente la estatua no está en el local, fue retirada hace algunos años sin mediar explicaciones.

Ya no quedan rastros, entonces, de los rincones donde en los años 40 y 50 Carlitos saboreaba con gusto una buena porción de muzza y soñaba con la fama que le llegó con creces. Los mozos actuales, muy jóvenes, dicen que solo lo conocen por haber escuchado de él. "No queda ninguno que lo haya atendido cuando venía...", dice Gabriel, cajero.

Los más grandes, de otra generación, guardan la foto con Carlitos, el real o aunque más no fuera aquella estatua, símbolo de quien los hizo reír en la infancia.

Balá inventó decenas de términos que se instalaron en el imaginario popular como “sumbudrule” y creó El Chupetómetro, que permitió que cientos de miles de niños dejaran el chupete. Pero el primer trabajo del hombre que se convirtió en un referente de grandes y chicos, y de varias generaciones crecieron a su lado y hoy lo llorarán, nada tuvo que ver con el medio: comenzó como vendedor ambulante en una línea de colectivo.

“¿Qué gusto tiene la sal?”, preguntaba Carlitos, y todos los niños respondían con seguridad: “¡Salado!”. La idea nació en 1969, en una tarde tranquila en Mar del Plata. Un chico lo miraba atento y Balá, haciendo como que no lo veía, preguntó varias veces en voz alta: “¡El mar! ¿Qué gusto tendrá el mar?”. El nene permanecía silencioso. Él siguió: “Ahhh, el mar tiene gusto a sal. Pero, ¡¿qué gusto tiene la sal?!”. Antes de salir corriendo, el chico le respondió: “¡¿Pero qué gusto va a tener la sal?! ¡Salada!”. Y así nacería un éxito que atravesó cuatro generaciones.

El comediante Carlos Balá, quien había sido internado el 21 de septiembre de 2022 de urgencia, falleció a los 97 años, según confirmó la mañana del 22 de septiembre su nieta Laura Gelfi.

Emblema de la infancia de toda una época, cuya vigencia perduró a lo largo de varias generaciones, Carlitos Balá había sido homenajeado en 2017 en la Cámara de Diputados de la Nación por su "trayectoria artística y su aporte a la cultura popular".

El mismo año en que fue homenajeado en el Congreso de la Nación, el 2017, Balá recibió también el diploma de Ciudadano Ilustre en un homenaje que se le realizó en la Legislatura porteña.

A principios de ese mismo año había recibido también una Mención de Honor en los premios Estrella de Mar, en tanto en 2016 lo homenajearon en los premios Gardel, y fue declarado "Embajador de Paz" en el Vaticano.

Cartlitos estaba muchas veces acompañado de Angueto, el perro invisible que surgió en una tienda en Disney. Balá, siempre atento, encontró una correa rígida y se le ocurrió el chiste del perro. “Un turista que estaba al lado se asustó y me gustó la idea, porque pensé que podía ser un buen personaje. Cuando llegué a Buenos Aires, mandé hacer una correa similar y le puse Angueto por mi hija Laura. Cuando era chica, con mi mujer le decíamos Anguetita, una palabra inventada”, contó alguna vez.

Sus primeros trabajos fueron en radio, pero su gran éxito llegó con la televisión. En 1961 apareció en el programa La telekermese musical, tres años después tuvo su propio ciclo El soldado Balá. Sin embargo, su programa más recordado fue sin dudas El Show de Carlitos Balá, donde además de repetir sus “¿Un gestito de idea?”, “¡Mirá cómo tiemblo!” y “¡Sumbudrule!”, le dio nacimiento al famoso Chupetómetro, donde miles de niños a lo largo de los años dejaron sus chupetes y mamaderas.

Él mismo contó: “Averiguamos con los pediatras cómo influía el uso del chupete en la boca y nos dijeron que después de los 2 años tenían que dejarlo porque deforma el paladar. Y así fue que empezamos con una canastita donde los chicos iban dejando sus chupetes. Pero eran tantos que hicimos unos tubos enormes que instalamos en ATC, en el circo y en el teatro”.

Balá inventó –en su propia jerga de humor– una frase que se aplica sólo a cosas muy buenas: “Está un kilo y dos pancitos”, decía, antes de rematar con su “gestito de idea”. La frase fue acuñada en épocas en las que comprar un kilo de pan era una medida estándar para las familias, y entonces, los “dos pancitos” adicionales le ponían al dicho el plus de algo superior.

A continuación, algunas de las frases más destacadas que serán recordadas por muchos años:

  • “Ea-ea-ea pe-pé”.
  • "Fabulósico"
  • “Un kilo y dos pancitos”.
  • “¿Qué gusto tiene la sal?”. Y el público le respondía: “¡Salado!”.
  • “Y dígame: Meeee”.
  • “Ya mismo y sin cambiar de andén”.
  • “Sumbudrule” (mientras inadvertidamente colocaba su mano por detrás de la nuca de sus oponentes como una araña).
  • P: “El chupete es..”. R: “Feo”.
  • “Angueto quedate quieto”.
  • “¡Mirá cómo tiemblo!”.
  • “¿Mamá, cuándo nos vamo’?”.
  • “¿Un gestito de idea?”.
  • “Más rápido que un bombero”.
  • “Seriola (modo de afirmación irónica) con techito por si llueve”.
  • “Zazaza zazaza”.
  • “Te pasaste, Petronilo, pegá la vuelta”, y la mayoría de las veces acompañado por: “La Argentina te queda chica, comprá dos números más”.
  • “Señoras, señores y por qué no lactántricos. tengan ustedes muy buena imagen”.
  • Pregunta: “Tá-ta Ta-tá-ta” Respuesta: “Ba-lá”.
  • “Quédese tranquilo y duerma sin frazada”.
  • “Pero escúcheme una situación señor”.
  • “¡Pero ves que no se le puede dar confianza!”

El 13 de agosto el artista había celebrado sus 97 años rodeado de su familia. “Feliz cumple, mi amor”, le había escrito ese día Laura Gelfi en un posteo, compartiendo un álbum de fotos junto a su abuelo, pero con imágenes de todos los tiempos, no solo actuales sino de cuando ella era chica: jugando con una cámara, en el teatro y cocinando, uniendo las pasiones de ambos. Cada vez que podía, ella lo agasajaba con sus platos preferidos.

Actor, comediante, humorista, músico, Carlitos Balá -cuyo nombre real era Carlos Salim Balaá Boglich- había sido internado de urgencia en el Sanatorio Güemes, de la ciudad de Buenos Aires, tras haber sufrido una descompensación.

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