Seguidores me alertaron del posible cierre de Pizzería Burgio a fin de mes.
También, en ocasiones anteriores, me habían sugerido que vaya pero al pensar que son esos clásicos que siempre están siempre lo pateaba para más adelante.
Decidí tomar el caso, o bien el toro por las astas e investigar in situ.
La primera impresión es la de un lugar de contrastes entre el salón familiar al fondo y la barra en la entrada, donde los parroquianos veían un partido de River que se estaba terminando, en tiempo de descuento vaya paradoja.
Pedí una porción de fugazzeta: "llegaste tarde pibe, no me quedó nada". Es que eran las 22:30, y para BaEsencia la noche era joven pero en Burgio lo rico dura poco. Pedimos unas porciones de jamón y morrones y otras de muza.
Y obviamente un Moscato, a sabiendas que podría ser el último.
La gente iba mermando, las tenues y frías luces de Cabildo se iban apagando al compás de un final incierto de Burgio.
Los revestimientos, la barra y el mobiliario lucen intactos en la actualidad.
Las venecitas multicolores, los ventiladores, las estanterías repletas de aperitivos. Todo parece en su lugar.
No pareciera, viendo la cantidad de gente que viene y se va, ser un lugar que a fin de mes cierra.
Pero Burgio esta semana cierra sus puertas pro tiempo indefinido, por "reformas" que no sabemos si van a alterar para siempre el patrimonio del lugar ni la calidad de la comida. El local se alquilo y parece que cambia de dueños, quizás de rubro, el futuro es incierto.
Con el cierre de Burgio se termina un ciclo en la Avenida Cabildo. El de los cines, el de Sacoa, el de Playland y las galerías. El de Fame, que también cerró.
Para muchos se cierra una etapa. Desde lo nostálgico es doloroso y solo el tiempo encontrará el consuelo.
Desde lo patrimonial es trágico. Solo pensar que van a picar las venecitas multicolores, descolgar la mítica pizarra que indica "Casa Burgio", las vitrinas de vidrio y metálicas que nos remiten a épocas gloriosas. La barra de fórmica naranja gastadisima que hace juego con el mueble de la barra donde comes de dorapa. Esas botellas llenas de polvo que parecen añejarse desde la revolución de mayo.
Con Burgio se va una de las últimas pizzerías-museo, donde podías verdaderamente sentirte en otra época. Pizzerías donde podés comer parado hay un montón, pero no con la mística de Burgio.
El agravante es que Burgio está en Belgrano, barrio que fue diezmado patrimonialmente en todo sentido. Cuesta encontrar bares antiguos, cuesta hallar bodegones y pizzerías. Ni hablar de las mansiones arrasadas, reemplazadas por torres sólidas pero impersonales.
Sobran las kadenas de neones rojos. Dan vuelta las especulaciones de todo tipo. Y ese neón rojo está fuera de control, y aburre.
Con el cierre de Burgio estamos firmando la sentencia de muerte de Belgrano. Corta la bocha. Un barrio que ha perdido su identidad hace décadas y cuya sangría patrimonial no deja de ocurrir.
No aprendemos más.
Solo nos queda la esperanza de que alguien la agarre, le haga algunas reformas menores pero sin alterar la mística que Miles de personas amamos.