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jueves, 21 de octubre de 2021

Lahmacun: (Pizza turca, Turkish pizza)

Básicamente está hecha con una base de pan con carne y verduras, a la que se añaden algunas gotitas de limón y otros ingredientes "extra". No lleva nada de queso y normalmente se suele enrollar a la hora de comértela.
Una vez que vayan saliendo del horno se iran colocando una sobre otra (relleno con relleno y base con base) para que se ablanden un poquito y se puedan enrollar mejor. A la hora se servirlas se suele hacer con un acompañamiento (limón, tomate natural, pepino, lechuga, cebolla y salsa de yogur). Para hacer la salsa de yogur solo tendremos que mezclar yogur tipo griego con un poquito de sal, ajo en polvo y curry (al gusto).
Ponemos en el plato la pizza turca, añadimos unas gotas de limón y un poquito de salsa de yogur. Le echamos los ingredientes que queramos (pepino, cebolla, lechuga, tomate, etc) y la enrollamos.
Siempre que se coma la pizza turca no puede faltar la bebida de yogur o Ayran la mesa. Para hacerla solo se necesita mezclar yogur griego con agua (proporción aprox: 1 parte de yogur y 4 de agua) y sal al gusto. Removemos bien y reservamos en la nevera porque hay que servirlo muy frío.

Ingredientes 

Para la masa:
  • 350 ml de agua tibia
  • 1 cucharada de levadura seca
  • 500 g de harina de pan blanco
  • ½ cucharadita de sal
Para el relleno:
  • 300 g de picadillo de cordero
  • 1 Cebolla roja
  • 1 Tomate
  • 1 Pimiento verde
  • 1 Pimiento rojo
  • 2 Chiles verdes
  • 2 dientes de ajo
  • 2 cucharaditas de cilantro molido
  • 1 pizca de copos de chile de Turquía
  • 1 chorrito de jugo de limón
  • Comino
  • Sal
Preparación 
  1. En primer lugar, preparamos la masa. Para ello, mezclamos la levadura y la harina. Añadimos el azúcar y el agua templada.
  2. Incorporamos la sal y amasamos hasta obtener una masa brillante y elástica. Después la dejamos reposar durante una hora.
  3. Para la pizza vegetariana, picamos los pimientos, el ajo, la cebolla y el chile. Añadimos una pizca de sal y pimienta y el comino. Mezclamos todo bien.
  4. Para la otra pizza. Mezclamos el picadillo de cordero con el chile verde y el tomate picado. Incorporamos también un diente de ajo y perejil picado. Añadimos también copos de chile, cilantro molido y comino.
  5. Precalentamos el horno a 180ºC.
  6. Cuando la masa haya reposado, la estiramos y le damos forma. Disponemos encima los ingredientes y horneamos hasta que las pizzas estén doradas.
  7. Cuando estén listas, las retiramos del horno y las regamos con un poco de aceite de oliva y zumo de limón. Decoramos con unas hojas de menta fresca.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Cerró la última pizzería de mostrador de la avenida Cabildo después de 89 años de historia


Días atrás bajó definitivamente sus persianas Burgio, la última pizzería de mostrador de la avenida Cabildo Cabildo y un emblema del barrio de Belgrano. Fundada en 1932, la frecuentaron bohemios, escritores, hinchas de fútbol, estudiantes y familias. Generaciones enteras se deleitaron con su gran porción de muzzarella al molde o su irresistible fugazzeta. Algunos las disfrutaban de parado y otros sentados cómodamente con una copita de moscato.

Su cuenta de Instagram se inundó de tristeza y melancolía con cientos de comentarios luego del posteo de despedida que hicieron sus dueños. “Amigos, lamentamos desde el corazón informarles el cierre de Burgio”, comenzaba la última publicación en la red social, acompañada de una foto de la fachada de la pizzería cuando todavía tenía el toldo de metal.

Un pedazo de historia del barrio se va con ella, tal como afirman quienes fueron habitué de este clásico. “Gracias por tantos momentos, por tantas historias… por tantos encuentros. Se va una parte de mi vida y de varios de mi familia”, escribe debajo del mensaje de despedida uno de los tantos fans. Muchos de ellos, ante la noticia del inminente cierre se apresuraron para degustar la última porción.

Traspasar su entrada era adentrarse en un viaje al pasado: las venecitas en las paredes, el horno a leña original, el pizarrón con letras de plástico blancas, los ventiladores de pared y el gran mostrador de los años 60, que mantuvo a los comensales codo a codo durante décadas.

Fue fundada en 1932 por el italiano Giuseppe Burgio y, en 1960, fue comprada por un grupo de diez amigos asturianos. “Creo que los gallegos la transformaron en el emblema que fue hasta hoy. Eran jóvenes, muy trabajadores, ellos hablaban con los clientes, que podían ser poetas, bohemios, hinchas de fútbol, los conocían, había mucho mostrador, era otra época. Los jubilados venían a la mañana a tomar su copita de coñac y los estudiantes a comer una porción al mediodía”, cuenta Fernando, socio e hijo de Francisco Sergio, uno de los dueños asturianos.

Todos pertenecían al rubro gastronómico. Además de Francisco, estaban: Alberto, José María, Ramiro, José, José Manuel, Monolito, Manuel, Luis y José E. “Decidieron poner cada uno lo que podía para empezar a trabajarla. Nosotros somos descendencia de esa generación, hijos y nietos”, aclara Fernando, que estuvo al frente de la pizzería durante los últimos años.

Él y Ramiro, que hoy tiene 92 y es uno de los asturianos que la compró en los 60, son los únicos socios que quedaron. Ramiro trabajó hasta los 88 detrás del gran mostrador de Burgio y Fernando también tiene toda una vida en la pizzería. “Empecé a trabajar los sábados y domingos cuando tenía 10 años. Me acuerdo que lavaba copas: me ponían un cajón de Coca Cola para que llegara a la pileta y yo venía contento porque comía pizza. Cuando terminé el secundario empecé a venir todos los días a partir del mediodía hasta que un tío que trabajaba acá tuvo un accidente y me quedé”, recuerda.

Burgio unió generaciones: abuelos, padres, hijos y nietos, un público particular amante del bodegón viejo fue fiel a este ícono porteño. “Cuando estaban los cines en Belgrano, venía mucha gente que salía de ver una película, los padres traían a sus hijos después de ir a Playland que estaba al lado. También la frecuentaban los hinchas de Platense y los de River que tenían una tradición: después de los partidos venían y la llenaban. También cuando jugaba la selección o después de algún recital”, explica.

“El horno nunca se había apagado hasta la pandemia, fue la primera vez que se enfrió”, señala José, hijo de Fernando que como su padre también se sumó al negocio familiar. Y enfatiza: “Durante casi 90 años se vendió pizza a mansalva”.

Durante la cuarentena Burgio estuvo cerrada completamente durante dos meses y reabrió el 19 de mayo para el turno día y por la noche recién el 1° de diciembre. Si bien, fue una crisis dura como para todos los gastronómicos, Fernando asegura que pudieron salir de a poquito. “He sufrido un cansancio extremo de más de 50 años de trabajo y este freno que puso la pandemia me hizo tener tiempo para parar y pensar qué estaba haciendo con mi vida. Eso me llevó a tomar una decisión que hay gente que la entiende y otra que no. Con los 64 años que tengo decidí salir de la gastronomía, estoy agotadísimo física y mentalmente. Elegí cerrar y priorizar mi vida, mi descanso. Después se puede juntar un poco el tema económico pero la decisión principal tiene que ver con un cambio de vida. Desde chiquito le di la vida a esta actividad”, explica.

Los clientes lo paran en la puerta para preguntarle por qué cierra, y se suceden escenas repetidas: un apretón de manos, un abrazo, algún lagrimón, el deseo de buena suerte, muestras de agradecimiento. “Yo tengo la misma tristeza que siente la gente. Les agradezco el cariño, me hubiera gustado seguir, pero llegué a un límite. De la pizzería me llevo el amor de la gente, no tengo palabras para agradecerles a ellos y a los empleados de toda la vida, algunos fallecieron, otros se jubilaron y otros bajaron la persiana conmigo. Todos hicieron grande esta pizzería”, concluye.

Por Silvina  Vitale. Fotos Silvina Colombo y Burgio
https://www.facebook.com/photo/?fbid=2035766383246257&set=gm.10160047860513296

sábado, 2 de octubre de 2021

El final de Burgio, la pizzería que durante 90 años fue punto de encuentro de amigos en el barrio de Belgrano


El anuncio de su cierre causó tristeza entre los fanáticos de sus pizzas de media masa y empanadas fritas. El jueves fue su último día.

Barra al frente, latas de conserva y esas servilletas papel de fax. Al fondo, unas pocas mesas, pared con venecitas, espejos con filete. Un escenario sencillo, porque la estrella era la media masa. Burgio supo ser parada obligada para los amantes de la pizza en Belgrano, o quienes salían de ver a River o Excursionistas, del cine o del Playland. Este jueves se anunció como su último día.

Aún no queda claro si es el final definitivo de casi 90 años de historia: este diario intentó comunicarse con su propietario y su hijo, pero no tuvo éxito. Las versiones más fuertes dicen que al local de Cabildo casi Monroe llegará otra pizzería. Otras indican que a su dueño le hicieron ofertas de otro rubro. 

Los vecinos sólo saben que la van a extrañar. “Burgio es parada obligada de mi grupo de amigos desde la primaria. Es cierto que en el último tiempo la calidad había bajado un poco, pero los que fuimos fans nunca dejamos de acompañarla. Va a ser un golpe duro dejar de ver a sus mozos, o a esa barra de estilo antiguo”, admite Juan Pablo, que vivió 34 de sus 37 años en Belgrano.

La historia que escribió Burgio entra por los cinco sentidos. “El olor a especias era tan fuerte que te quedaba impregnado en el pelo. Ibas ahí y la gente, al olerte, sabía que habías comido en esa pizzería”, cuenta el vecino Gustavo Wain (58). Javier (43), criado en el barrio, recuerda haber saboreado su “pizza ultra aceitosa”, haber tocado sus “servilletas que no absorbían”, haber oído “sus discusiones de fútbol y política”.

Y haber visto hasta alguna pelea de puños. “Una que me marcó para siempre fue entre un chofer de la línea 60 y un taxista. Comenzó en Cabildo y terminó en el baño de Burgio, con el taxista con la cabeza partida. Sería en el 96 o 97. Obvio que no llegó a mayores y cada uno se fue por su lado”, reconstruye Javier.

En las últimas horas Burgio remató su stock de pizzas: pese a la lluvia, sus fans fueron a experimentar una vez más una de muza servida en plato de chapa. Sus empanadas fritas también tienen admiradores, al igual que su fainá, “que gracias al horno de leña adquiere un sabor inigualable”, habían escrito Esteban Moore y Horacio J. Spinetto en su libro Pizzerías de valor patrimonial de Buenos Aires.

“Hoy fui y vi a dos personas llorando. Era típico centro de reunión de amigos del barrio. Hace 30 años que voy, y tengo 35. Excelentes empanadas fritas de carne. Lo mejor: la fugazzetta y la muza”, resume Agustín Méndez, vecino del barrio y creador de la cuenta de Twitter Historia de Belgrano (@belgranohisto), que subió fotos de los últimos días de la pizzería.

Otros también recuerdan a Burgio con cariño, pero critican sus precios altos. “Eran muy caros para lo que ofrecían y la gente optó por opciones más económicas. Hace una década no podías entrar de la gente que había, pero en estos últimos años casi no había”, observa Wain. Federico (27), otro vecino, coincide: “Quise ir a comprar empanadas hace unos meses y estaban como 120 mangos cada una. Una locura”.

Por último, están los que hacen la pregunta incómoda: ¿Cuántos de los que piden la permanencia de Burgio la visitaron en el último tiempo? Los restaurantes y bares de antaño se enfrentan a una encrucijada: luchar por conservar la identidad que les ganó el amor barrial, cambiar para adaptarse a estos tiempos, o capitular.